La aluminosis es una de las palabras más temida en el ámbito de la arquitectura y de la construcción. El ciudadano de a pie relaciona esta patología con apuntalamiento, derrumbe, molestias, devaluación de la vivienda, desalojo e innumerables problemas más.
El hoy ya sin uso Estadio Vicente Calderón del Atlético de Madrid fue sin duda la más famosa construcción en España aquejada de este problema, y en Barcelona el caso afectó directamente a centenares de familias residentes en más de una docena de bloques de viviendas del barrio del Turó de La Peira, con el derrumbe de un edificio en la Calle Cadí que fue el detonante para que saltasen todas las voces de alarma institucionales y se hiciese un estudio concienzudo, que acabó con la demolición controlada de 53 bloques más y la rehabilitación de 143 edificios.
Recurramos a los químicos para describir con exactitud el significado de la palabra “aluminosis” y el proceso que sufre cualquier elemento arquitectónico construido con el cemento aluminoso.
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El cemento aluminoso
El cemento aluminoso contiene dos compuestos químicos de aceleración del fraguado llamados alúmina (óxido de aluminio, Al2O3) y cal (CaO), que combinadas con el agua, dan lugar a aluminato cálcico hidratado. Este compuesto químico es inestable y con la acción de elementos atmosféricos como la humedad ambiental (no digamos ya la lluvia) o el calor, se produce con celeridad lo que se llama la conversión del compuesto de estado hexagonal (ACH10) a cúbico (C3AH), con pérdida de volumen.
Ahora añadamos que este compuesto se utilizaba en elementos estructurales de hormigón como viguetas, y comprenderemos que una vigueta que pierde volumen es inservible. No solamente existe el problema de la propia degradación del elemento estructural aluminoso, sino que la afectación del hormigón deteriorado puede estropear elementos estructurales sanos, como las armaduras siempre relacionadas con el hormigón. Los síntomas son visibles en estructuras vistas.
El cemento aluminoso fue la panacea a principios de la segunda mitad del siglo XX porque reducía enormemente los tiempos de fraguado del hormigón, con lo cual se podrían ejecutar las estructuras con extraordinaria rapidez y ahorrar dinero en coste de la obra, con el consiguiente beneficio económico.
Solamente a finales del siglo XX, en los últimos 15 años, a raíz de los casos del Vicente Calderón y del Turó de La Peira, muchos profesionales de la construcción tuvieron que convertirse sobre la marcha en especialistas sobre este tipo de patología, de la que no había conocimiento alguno y de la que todavía se desconocían posibles consecuencias. Hay que notar que este sistema de acelerador del fraguado estaba patentado y tenía todos los permisos en su época de esplendor en el empleo.
Síntomas de la aluminosis
Los síntomas de que existe aluminosis los podemos encontrar en la carbonatación de los elementos estructurales que dejan armaduras al aire, aunque siempre hay que constatar que esto no se produzca por una deficiente ejecución de los elementos constructivos o por un mal uso de los mismos durante su vida útil, como por ejemplo, estar expuestos a la humedad cuando no tendrían que recibirla.
En caso de dudas de la inspección visual (normalmente la sintomatología es una suma de procesos), lo mejor es pedir varias catas en elementos estratégicos de la estructura.
Soluciones a la aluminosis
La solución para paliar la aluminosis es dotar al edificio afectado de una estructura nueva que sustituya a todos los elementos afectados, si la patología es generalizada en todos los ámbitos del edificio (algo que desgraciadamente casi siempre pasaba).
En el caso de afectación parcial, se puede sustituir mediante apuntalamientos parciales los elementos afectados. Si los elementos afectados están tan degradados hasta el punto de que la rehabilitación del edifico sería un proceso similar al de los injertos del Dr. Frankestein, lo más lógico y viable es el derribo del edificio, siempre en casos de conversión o carbonatación muy grande y generalizada. De hecho, lo más probable en estos casos es que el edificio ya haya “avisado” con anterioridad de sus problemas.
En resumen, siempre que la reparación suponga casi la sustitución del edificio original de manera traumática (lo que podría ser estructuralmente inviable y económicamente astronómico), será siempre mejor el derribo. Como nota final, el autor de este artículo vivió durante ocho años en un edificio intervenido a causa de la aluminosis y, después del apuntalamiento, se procedió a la instalación de una estructura metálica auxiliar. Ese edificio sigue hoy a pleno rendimiento y ha sido incluso remodelado con las más altas características de confort actuales. Con esto quiero comentar que, como es preceptivo en todos los casos, es fundamental el análisis del proceso evolutivo de la patología en la mayor parte de las fases.