Como decía un famoso investigador de ficción, “para conocer el futuro es necesario conocer el pasado”. Y en este caso, qué mejor que transportarnos a la época del Imperio Mesopotámico, unos siglos antes de Cristo, para ver que una de las propuestas arquitectónicas que hoy se muestran como vanguardistas, ya habían visto la luz 2600 años antes. En efecto, lo que ahora empieza a llevarse en construcción sostenible y ecológica, la azotea verde, es ni más ni menos que una adaptación moderna de los Jardines Colgantes de Babilonia, una de las Siete Maravillas del Mundo.
Ruth Hartnup
Y es que parece mentira que hoy en día nos asomemos a cualquier azotea de cualquier edificio de cualquier ciudad, y el panorama que divisamos sea tan desolador. Un mar de gris, terracota en el mejor de los casos, y una prolongación del suelo como si se hubiese proyectado hacia arriba como aquellas columnas extruidas de la mansión de Superman en el Polo Norte. Siempre he sostenido la teoría de que hace milenios se construía mucho mejor que en la actualidad en la gran mayoría de casos, que dudo mucho que quedase en pie un 1% de los edificios levantados en los últimos cien años a dos mil años vista, y que con el aumento de las posibilidades tecnológicas se torna también imprescindible la excesiva dependencia a la ciencia y a energías en muchos casos no renovables.
Por ello, es loable visitar el pasado para recuperar la esencia de la buena construcción. La terraza verde (o la azotea verde), aparte de dar una imagen mucho más amable y con menos impacto urbano, es un aislamiento térmico natural que preserva el último piso de la vivienda del fuerte impacto de las diferencias de temperatura, y por supuesto, metereológicas, que convierten en áticos y sobrados en los inevitables puntos débiles de los inmuebles. El techo verde funciona como una capa de aislamiento térmico más, y si encima viene incorporada con una lámina de agua (la cubierta inundada), el resultado es espectacular. Cierto que el mantenimiento y la construcción de una cubierta inundada es costoso y difícil, pero honestamente esa inversión inicial es recuperada en forma de ahorro energético. Otro ejemplo son las fachadas vegetales.
Para construir un buen techo verde hay que prever un buen grosor para evitar problemas de asentamiento de la vegetación, sobre todo si es arbórea. También es conveniente independizar la zona de plantación del soporte de la misma, con el fin de que el mantenimiento sea más fácil y accesible. Especial cuidado debemos prestar a la impermeabilización. Me vienen a la memoria ejemplos como las Cotxeres de Barcelona, un complejo de viviendas en el barrio de Pedralbes, diseñadas por el arquitecto José Antonio Coderch, cuyas fachadas llevaban jardineras corridas integradas en ellas. Digamos que un ladrillo de jardinera convivía con el muro de la vivienda. El resultado es que se tuvo que realizar una reparación total de cada una de las fachadas de ladrillo por varios tipos de patologías provenientes de las humedades. Pero la idea está allí y el sentido común (y la buena predisposición de los promotores) puede llevar en esa dirección. Más tarde, el Edificio de la Banca Catalana en la misma Ciudad Condal llevó a cabo un refinamiento de esa idea, y realmente es una delicia pasear a su alrededor.
Ivan Mlinaric
En definitiva, la azotea verde es una variedad más histórica del vanguardista jardín-invernadero que ha empezado a proliferar en bastantes rascacielos de la última década. Suaviza el impacto térmico del paramento que más sufre con las inclemencias metereológicas y retarda mucho los saltos térmicos entre exterior e interior. Un dato muy importante: sería interesante que en cada trabajo relacionado con la eficiencia energética (incluso en estudios transversales como ITEs) se intentase proponer soluciones de este tipo, que combinan ahorro de energía asociado al confort con las enseñanzas de la historia de la arquitectura. Los clásicos como Mesopotamia, Grecia, Roma, el imperio árabe o propuestas como las de Buckminster Fuller y sus cúpulas, Howard y su inmortal Ciudad Jardín o el grandioso Frank Lloyd Wright con centenares de edificios anclados en la naturaleza (todos arquitectos visionarios del siglo XX), pueden haber abierto la puerta a un futuro con mejor arquitectura.
Lee nuestro post en el que Certicalia enumera los beneficios de los tejados ecológicos.
Brian Donovan