Hasta hace unos años la preocupación de los ciudadanos a la hora de adquirir electrodomésticos fue básicamente el precio y el aspecto físico del los mismos. Hoy en día, debido a diversos factores eso ha cambiado significativamente. Esto es debido a varias circunstancias:
- En primer lugar, una conciencia medioambiental que lleva a los países a firmar acuerdos para la eliminación o reducción de emisiones de CO2 a la atmosfera. Estos tratados internacionales dan lugar a Directivas (en nuestro caso Europeas) que posteriormente se trasponen al ordenamiento jurídico español y se trasforman en Leyes y Reglamentos.
- Por otro lado, por el gran consumo en electricidad que necesitan. No hemos de olvidar que en un hogar el lavavajillas y la lavadora consumen aproximadamente la mitad de la electricidad de un hogar.
En el caso de los electrodomésticos como los aires acondicionados y bombas de calor podemos poner como ejemplo el RD 115/20017 que nos regula la comercialización y manipulación de gases fluorados y equipos basados en los mismos, este Real Decreto surge como trasposición de dos normas europeas como son el Reglamento 1005/2009 sobre las sustancias que agotan la capa de ozono (CFC-Clorofluorocarburos y HFFC-Hidroclorofluorocarburos) y el Reglamento 517/2014, sobre los gases fluorados de efecto invernadero.
Si nos fijamos en los frigoríficos observamos normativa como el RD 176/2013 de 8 de marzo por el que se derogan total o parcialmente determinadas reglamentaciones, etc.
¿Cómo sabemos la eficiencia energética de los electrodomésticos?
Como consumidores y ciudadanos de “a pie” sería imposible determinar, saber, conocer y aplicar esta serie de normativas, profusa, extensa y enrevesada.
Por esta razón la etiqueta energética de la UE se empieza a implantar en el año 1995 en frigoríficos, congeladores, lavadoras y lavavajillas. Ya en el año 2000 se amplía al resto de ellos. Y por otra parte se van retirando de la circulación determinadas clases de electrodomésticos que no se ajustan a una eficiencia energética.
El formato de la etiqueta ha ido variando durante estos años. Al principio la escala iba de la A a la G, como en los certificados energéticos de los inmuebles. Posteriormente desaparecieron las de menos eficiencia y se crearon categorías superiores. Actualmente es una escala muy intuitiva, donde el rojo representa una eficiencia baja, y el verde oscuro una eficiencia elevada. Acompañando a esta escala nos encontramos con unas letras, donde la letra D nos implica la letra más baja y la A +++ la más alta.
Nos informa de datos como consumo de agua y energía en valores anuales. Una etiqueta energética tipo sería la siguiente:
Elementos de la etiqueta energética de los electrodomésticos
- Nombre del tipo de aparato, de la marca, etc.
- Modelo del aparato.
- En este punto es donde vemos las distintas clases de eficiencia energética, normalmente desde la clase A+++ (triple A) hasta la letra D. (Para las lavadoras, los lavavajillas, los hornos, frigoríficos y congeladores). Para aspiradores y calentadores hay hasta letra G.
- En esta zona del pictograma nos indica la clase que tiene nuestro electrodoméstico en particular.
- El punto cinco nos indica el consumo anual en KW. A pesar de que no es tan intuitivo con el color o la letra este indicador es muy importante, su traducción a euros en inmediata sin más que multiplicar este consumo por el precio de la electricidad.
- Datos que se aportan por el fabricante como por ejemplo, consumo de agua, nivel de ruido.
- Nombre de la reglamentación.
En agosto de 2017 la Comisión Europea anunció un nuevo cambio en la escala energética, en el que desaparecen las clases A+, A++ Y A+++, y vuelve la graduación original de la letra A a la G. Estas nuevas etiquetas no llegarán hasta 2020.
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