La auditoria energética es un estudio que se realiza, en todo tipo de edificios, para evaluar su relación con los suministros de energía que recibe. En base a este análisis el técnico propone una serie de mejoras para optimizar su uso y ser más eficiente energéticamente. En este post que contamos qué es y para qué sirve. Además te damos las pautas para ser más eficiente energéticamente.
Situación actual del inmueble
La mejor energía es la que no se consume.
Ésta es una frase que debería figurar en una placa con letras doradas en cualquier despacho de cualquier profesional dedicado a la eficiencia energética. Al fin y al cabo, es una manera más de asegurarse de que nuestro planeta nos siga entregando tan generosamente todos sus recursos.
Un certificado de eficiencia energética cuantifica en un baremo común la energía que un inmueble necesita para mantenerlo en condiciones habitables. Es esa maraña de números que circulan a través de los planos y los menús del programa del Ministerio de Industria, Comercio y Turismo.
Su objetivo es equiparar cualquier elemento arquitectónico cerrado a un cubo con una ventana, con el fin de averiguar si es una A o una G. Se trata de una calificación de la situación actual del inmueble. Con ello sabemos dónde nos encontramos y cuánto dinero se tiene que destinar para que lo podamos mantener en una temperatura de confort durante todo el año y las 24 horas del día.
Una vez hemos averiguado si nuestro inmueble chorrea energía por todas partes o es un ente autosuficiente. Tenemos que plantearnos si es posible mejorar la calificación energética con el fin de ahorrar energía. Para ello existen las medidas de mejora propuestas en el certificado energético.
Hay sistemas de ahorro de energía que casi siempre funcionan y que son viables en la mayoría de los edificios, como la instalación de placas solares o la implantación de las fachadas SATE (aislamiento térmico embellecido en el exterior del edificio). También hay métodos individualizados com la instalación de calderas de condensación, el doble vidrio o la doble ventana, o el aislamiento térmico por el interior de las habitaciones con orientación más desfavorable. Son progresos evidentes en pro de la eficiencia energética, pero insuficientes porque les falta algo fundamental: un estudio pormenorizado al detalle.
¿Qué es una auditoría energética?
La auditoria energética es un estudio detallado que averigua de forma cuantitativa toda la energía que consume un edificio en todos sus suministros. Para ello se recurre a analizar las facturaciones de los últimos años. Una vez establecido lo que se gasta, se monitoriza de forma individualizada e intencionada los “puntos calientes” en donde se intuye que se derrocha más. Estas monitorizaciones son fáciles de implementar por técnicos especializados.
Por otra parte, se tiene que realizar un control exhaustivo de todos los aparatos que existen en el edificio que consuman energía. Esto nos permitirá establecer pautas de uso entre los usuarios que manejan dichos aparatos. Los ejemplos más típicos son los ordenadores que se dejan encendidos todo el día, luces sin apagado automático o los grifos sin fluxor.
En este sentido, recuerdo que en un centro comercial de una gran ciudad. Había un grifo de agua en unos servicios que permanecía unos escalofriantes 60 segundos en marcha con cada pulsación de puesta marcha. ¿Cuántos litros son eso? Ni lo quiero pensar.
Otro aspecto importante, es el índice de ocupación de cada habitación o del edificio en general. No es lo mismo un edificio que va a ser usado durante 8 horas al día como un colegio, u otro que es utilizado 24 horas al día. Tampoco es lo mismo un edificio situado en un entorno lleno de luz en el que no hará falta luz artificial. Los usos de los edificios también son decisivos, unos grandes almacenes dependerán de la luz artificial porque son “cajas de comprar” y los consumidores no tienen que distraerse para ver el paisaje, pero un mirador precisamente será todo lo contrario, podría prescindirse de la iluminación artificial durante casi todo el día.
Medidas de ahorro energético
Una vez se conoce cuánto, cuándo y cómo gasta cada aparato del edificio. Hay que proponer medidas para reducir al máximo el dispendio energético. Pueden ser actuaciones a coste cero, lo que centra la auditoría en una mejora de la gestión energética, es decir, cómo los usuarios influyen para ahorrar suministros a coste cero. O bien pueden ser intervenciones de mejoras arquitectónicas del edificio para “proteger” las habitaciones más propensas al gasto (por ejemplo, los patios oscuros que pueden iluminarse con espejos reflectantes que captan la luz del día que viene de un lucernario o la instalación de dobles ventanas en la fachada Norte que precisamente da a una calle muy ruidosa).
La sustitución de los propios emisores y consumidores de energía es otra opción que suele suponer un alto dispendio inicial pero también significa una amortización en un determinado tiempo que la auditoría energética calcula con enorme precisión.
Un ejemplo práctico
En un edificio de 5000 metros cuadrados de uso intensivo durante unas 8 horas al día, tanto por empleados como por usuarios (lo que puede ser un equipamiento deportivo, un edificio de usos múltiples o un edificio de la administración pública), con solamente aplicar sistemas de gestión energética a coste cero, es decir, reeducar a empleados y a usuarios con un manual sistematizado para el buen uso de las instalaciones, aderezado por señalizaciones recordatorias en todo el edificio, se puede ahorrar nada más y nada menos que de 10.000 a 20.000 euros ¡al año! Ya no digamos si se introduce la domótica, se sustituyen elementos obsoletos o se restaura el edificio en los puntos más críticos. El coste de una auditoría energética ¡quedaría amortizado en menos de un año!
Parece ser que en los últimos tiempos la auditoría energética es cada vez una salida más lógica para el cuadre de presupuestos en determinadas entidades públicas o privadas de uso colectivo. En cambio, en los edificios antiguos de viviendas sigue siendo una utopía, porque como se ha dicho en tantas ocasiones, la celdificación de las ciudades fomenta el individualismo.
En definitiva, no solamente está el desafío en introducir la auditoría energética en la edificación residencial, sino en hacerla atractiva para las comunidades de vecinos. Y es que en este caso, lo ven como una derrama y no como una amortización.