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Un papel más. Desde el 1 de junio es obligatorio tener el certificado energético de una vivienda para poder venderla o alquilarla. Este documento es visto por muchos, sobre todo los propietarios afectados, como un impuesto más con afán recaudatorio. Los expertos, sin embargo, subrayan su utilidad futura para mejorar la eficiencia del parque de viviendas europeo. Pero si la ley no obliga a tener una determinada calificación, que va desde la A (muy eficiente) hasta la G (poco eficiente), ni tampoco a realizar las reformas que sugieren los técnicos, ¿para qué sirve esa docena de folios con un montón de datos difíciles de entender?

La vivienda, comprada o alquilada, es una de las mayores inversiones en la vida de una persona. “Y no solo hay que saber el coste del inmueble sino también de su mantenimiento”, afirma Roberto del Amo, secretario técnico del Colegio de aparejadores, arquitéctos técnicos e ingenieros de edificación de Burgos. “Estamos en un momento en el que los consumidores quieren la máxima información de los productos que adquieren. En el caso de las vivienda, la etiqueta da datos objetivos”, afirma.

Diego Lasaosa, arquitecto socio de Certicalia, empresa zaragozana que conecta a técnicos certificadores con clientes, subraya que el documento aporta “bastante información de utilidad para el propietario y también para el que va a comprar”. “Te da la situación de coste de la vivienda y lo que podrías ahorrar si hicieras mejoras”, añade.

Pero, ¿qué mira el técnico? Los factores que tomará en cuenta para certificar un inmueble en una visita presencial se dividen en dos grupos. El primero es la envolvente: orientación y sombreamiento (para determinar cuánta luz entra al inmueble, lo que influye en si es más o menos cálido), los muros (su grosor y composición), el tejado (en caso de áticos y viviendas unifamiliares), el suelo (en caso de bajos y unifamiliares), paredes y forjados, los materiales de las ventanas, puertas, chimeneas y otros huecos donde pueda haber escapes de frío o calor. Un segundo grupo de elemento son los sistemas de generación de energía: la calefacción, el aire acondicionado y el agua caliente sanitaria.

La ‘nota’ de mi casa

El salto entre escalones, letras y colores, no es más que un mayor o menos gasto. Cuando más arriba, más ahorro y menos emisiones de CO2.

Sobresalientes. Muy eficientes

  • A: significa que ese inmueble es de los más eficientes, con un consumo de energía del 55% o menos del consumo medio en nuestro país. Pudiendo llegar incluso al consumo nulo.
  • B: tiene un consumo de entre el 55% y el 75% del consumo medio en nuestro país.
  • C: entre el 75% y el 90% del consumo medio.

Aprobado. En la media

  • D: consumen entre un 90% y 100% respecto al consumo medio.
  • E: entre un 100% y un 110%.

Zona roja. Suspenso. Poco eficientes

  • F: este nivel junto con el siguiente (G) tienen unos niveles muy elevados de consumo de entre 110% y 125% respecto al consumo medio en España.
  • G: es la menos eficiente de todas, con un consumo energético superior al 125% del consumo medio. Lo que se traduce en altas deficiencias energéticas en la vivienda.

Con los datos obtenidos de las mediciones, el técnico emite el certificado que tiene una validez de diez años. Desde Certicalia recuerdan que “no es necesario cumplir ninguna calificación mínima, la obligación es enseñarla a modo informativo para que el consumidor sepa qué tipo de vivienda está alquilando o comprando”. La mayoría de viviendas del parque español, según los expertos, cuentan con una D o una E. Esto es: consumo medio. Por debajo de eso (letras F y G) la casa tiene unos consumos elevados de energía.

“Es una buena herramienta para vender o alquilar”, afirma Lasaosa. Eso, si la calificación es buena, matiza Rafael Bermejo, gestor de activos inmobiliarios de Remax Luna. En caso de que ‘la nota’ sea mala, el documento también tiene sus ventajas. “Este tipo de viviendas ineficientes son antiguas y no se les ha hecho obras recientemente. El precio suele ser más bajo y el comprador sabe que tendrá que hacer reformas. Las recomendaciones del certificado le pueden servir de guía para que en la obra introduzca criterios de eficiencia energética”, detalla.

Pero la etiqueta todavía no es un argumento central de venta, ni tampoco un criterio que los compradores tengan en cuentan a la hora de elegir su futura vivienda. “No hay cultura de mirar la eficiencia energética como un elemento para la elección. La norma es muy reciente. Por parte de los vendedores o arrendatarios, el certificado todavía es visto solo como un impuesto y lo hacen por obligación”, afirma Bermejo.

Lasaosa cree que se superará esta “primera fase” de considerar el documento como un papel al que no se le hace caso cuya única finalidad es recaudar. “La gente lo verá como un método para ahorrar”, vaticina. Más aún, cree que con el tiempo el certificado servirá para aumentar la conciencia medio ambiental. “Para recordarnos que tenemos que emitir menos CO2”, añade. El arquitecto afirma, no obstante, que en España todavía se está intentando pasar a la segunda fase. Aunque no duda que avanzaremos hacia las siguientes como ya ha ocurrido en otros países donde la implantación del certificado energético ya tiene recorrido. “En dos años, ya lo tienen en cuenta como elemento determinante para comprar o no una vivienda”, asegura.

Del Amo coincide. “El paralelismo es claro con los electrodomésticos. Al principio la gente no sabía qué quería decir la etiqueta. Pero ahora cuando vas a comprar un frigorífico, la miras para saber si es eficiente. Hay marcas que incluso te dan el consumo anual previsible –porque puede variar según el uso– del aparato”, detalla. “Aunque ahora no se escoja la vivienda por este criterio, se irá implantando. Por ejemplo, una casa en alquiler puede ser más cara que otra de parecidas características, pero que su mantenimiento sea más barato”, detalla.

En opinión de Lasaosa, es importante que la información sea más clara y comprensible para los ciudadanos. “Es muy técnico. Habla de consumo de kilovatios y de emisiones de CO2, pero no de costes y ahorro, que es lo que le importa a la gente”, apunta. En Certicalia, dice, están “traduciendo” los datos del certificado a euros. Es decir, calculan cuál sería la inversión para acometer las reformas sugeridas y cuánto tiempo tardaría en amortizarse gracias al ahorro en la factura de la calefacción o el aire acondicionado. “Después, es todo beneficio”, asevera el experto.

En este sentido, Del Amo señala que “hay un apartado, el de los colores y las letras, que entiende todo el mundo”. En la primera columna da el valor del consumo anual de la vivienda en calefacción, refrigeración y agua caliente medido en kilovatios por metro cuadrado. En la segunda columna da el valor de las emisiones, medido en kilogramos de CO2 por metro cuadrado y año. Así, cuanto más arriba esté la vivienda en la tabla de colores, menos gasto y menos emisiones.

“Se estima que entre dos viviendas de las mismas dimensiones el ahorro energético entre una calificación A y una calificación G puede ser del 70%”, subraya Inés García, portavoz de Certicalia.

En cuanto a las mejoras que el técnico propone, una de las más habituales es reforzar el aislamiento de muros reduciendo así la pérdida de calor a través de los cerramientos siempre y cuando sea viable técnicamente. En este sentido, hay que tener en cuenta la orientación y la zona donde está el edificio. “Una casa en Cádiz seguramente necesite sombrear, para evitar el excesivo calor en verano; y un inmueble en Burgos, requiera mejorar los aislamientos, para no perder calor en invierno”, explica Del Amo.

Las ventanas son otro punto crucial. Por ellas, si los materiales son de baja calidad, se pierde o gana temperatura. Sustituir los vidrios o el marco puede hacer una gran diferencia en términos de ahorro energético. El otro elemento que los técnicos recomiendan habitualmente cambiar (si lo ven necesario) es la caldera. “Las calderas de baja temperatura y de condensación tienen mejores rendimientos”, apunta García. Con pequeña reformas, dice Del Amo, se puede escalar en términos de eficiencia, con la consecuente reducción del gasto en partidas como calefacción, que es uno de los mayores gastos de mantenimiento en un hogar, y refrigeración.

Además del ahorro que pueden suponer las mejoras de la vivienda que proponen los técnicos, Lasaosa destaca que una vivienda eficiente es más confortable. Un elemento que una persona que vaya alquilar o comprar una casa debería tener en cuenta. “Cuando el aislamiento y las instalaciones son buenos, el reparto del calor es homogéneo y estás cálido en cualquier punto independientemente de dónde esté situado el radiador”, explica. “Esto se ve en el certificado y es calidad de vida”, zanja.

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