La Unión Europea tiene el objetivo de renovar hasta 35 millones de edificios. Esto supondrá la creación 160.000 empleos verdes en diez años ya que implicará la realización de certificados energéticos y auditorías energéticas para la rehabilitación de los edificios.
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Certificado de eficiencia energética
En España, el Real Decreto 235/2013 sobre la Certificación Energética de Edificios obligatoria en transacciones de venta o alquileres fue un primer pasito en la diagnosis del estado del parque nacional edificatorio. Aún recuerdo los primeros años de innumerables visitas a clientes que me solicitaban este trabajo, aderezados de preguntas tipo que terminé publicando en un FAQ: ¿Para qué sirve esto? ¿Qué es lo que tienes que hacer? ¿Esto es simplemente una medida recaudatoria?
Básicamente, las cuestiones que me planteaban los clientes se podían englobar en estas tres líneas maestras de pensamiento. No es de extrañar un comentario que escuché una vez de un periodista cuando entrevistaba a un consumidor, y éste le espetaba tranquilamente: “No sé qué es un DVD, pero me quiero comprar uno”.
En definitiva, la gente no sabía (y la mayoría aún no sabe) lo que es un certificado energético, pero encargan uno para su vivienda porque se lo ha dicho el gestor o la inmobiliaria, que tampoco saben generalmente lo que es un certificado energético y simplemente aplican la normativa de que “lo que manda el Gobierno, se tiene que cumplir”. Esto es un mal endémico en los países mediterráneos que espero que en varias generaciones sea digno del Museo de Historia y de la Antropología, pero mientras tanto, el Certificado Energético es un papelito que sirve para vender o alquilar viviendas y que cuesta en torno a los 100 euros al vendedor.
Aunque fuese por motivo imperativo y legal, han instaurado en España lo que se llaman “los empleos verdes” o “empleos de eficiencia energética”, es decir, especialistas que evalúan la calidad de cada edificación relacionada con su eficiencia energética y tratan de proponer medidas para reducir el impacto ambiental de las mismas. En una sociedad que apuesta cada vez más por servicios y productos con dos apellidos, no es de extrañar que el arquitecto o ingeniero que se dedica en exclusiva a la eficiencia energética cope un gran micronicho de mercado.
Despojándonos de estos tintes de ironía, la verdad que trato de inculcar a los clientes es que la certificación energética de edificios es una oportunidad única, no solamente de salvaguardar el equilibrio natural del Planeta, sino de que se puedan ahorrar bastantes cientos de euros al año. Ya sea por encargo personal para hacer una miniauditoría de su vivienda y que se les propongan reformas a sufragar en un período de amortización con el aumento de confort consiguiente, o por vender o alquilar a otra persona una vivienda que le ahorrará dinero en facturas de servicios de suministro, y por tanto, se revalorizará.
Auditorías energéticas
El siguiente paso es la auditoría energética, una versión “superpro” de la certificación de eficiencia energética, en la que entran en liza edificios de gran tamaño, normalmente de uso público o privado y terciario, en los que el ahorro en facturas de suministros serían la excusa suficiente para invertir varios miles de euros en un estudio pormenorizado, con monitorizaciones, cálculos de ocupación, consumos, análisis de equipos instalados… Por poner un ejemplo, por una auditoría energética valorada en 5000 euros, un edificio público de 5000 m2 de superficie con medidas de gestión energética a coste cero podría ahorrarse cerca de 20000 euros anuales. Es decir, abonar a un profesional 5000 euros para ahorrarse el cuádruple del dinero en ese mismo año. Y aún teniendo en cuenta el inmenso nicho de mercado y las posibilidades de ahorro que un propietario podría implantar, existen dudas y aún muchos solicitantes apuestan por el profesional más económico.
Empleos verdes
¡Y piensa que aún no hemos hablado de la reducción de gases de efecto invernadero! La mejor energía es la que nunca llega a utilizarse. Según el artículo de ElDiario.es, las nuevas y actualizadas directrices de la Unión Europea pasan por conseguir que en el año 2050 todo el parque edificatorio sea autosuficiente.
Evidentemente esto es una utopía, pero se ha estimado que si 160.000 profesionales del micronicho de la eficiencia energética destinan todos sus esfuerzos a realizar desde certificados energéticos hasta auditorías energéticas que desemboquen en rehabilitación de edificios, esto podría conseguirse. Si proyectamos esta hipótesis en números reales en España, vemos precisamente que en la plataforma Certicalia hay más de 6.000 expertos en eficiencia energética registrados y la mayoría de ellos se dedica prácticamente en exclusiva a este incipiente mercado. Esos 6.000 expertos conforman un 4% de los 160.000 deseados. Existe una demanda real, y una oferta de profesionales que desconocemos si es suficiente. En todo caso, es un buen número para empezar.
Sin embargo, lo principal es que esos larguísimos acuerdos a los que se llega en Conferencias Internacionales y despachos no se queden en papel encuadernado. Por la sensación que tengo después de haber sido testigo directo de la evolución del empleo energético desde la implantación en España del RD 235/2013, aún queda mucho por recorrer y aún queda mucha confianza que ganar por parte de los usuarios, que siguen rigiéndose por principios exclusivamente económicos para planificar sus vidas. Quizás esto sea la clave: no hay que esperar a que una directiva Europea obligue, sino que hay que ser antes que tener.