¿Qué se entiende por fachada de un edificio?
Se trata del elemento constructivo que separa el interior del exterior de la construcción. Está claro que puede haber infinidad de situaciones en las cuales el exterior y el interior queden difuminados por aspectos proyectuales, pero en líneas básicas, podemos dividirlo en “espacio acondicionado y estanco” y espacio “no acondicionado”.
La clasificación principal se puede realizar desde un punto de vista cronológico y según las partes de la fachada de casa, como veremos a continuación. Excluiremos de este estudio los llamados “espacios tampón” o los que sirven de transición entre el interior y el exterior, como garajes o almacenes ventilados.
Clasificación de fachadas desde el punto de vista cronológico
Desde que el ser humano vivía en cuevas hasta la primera mitad del siglo XX, las fachadas siempre han sido de una hoja que ha variado de grosor según parámetros culturales o costumbristas. Solamente en climas extremos se tomaba conciencia de que el grosor aumentaba el aislamiento.
A mediados de siglo, se empezó a introducir la cámara de aire entre dos hojas. A finales de los años 70, entró en liza el aislamiento térmico que rellenaba dicha cámara de aire. Fue con el boom de la construcción posterior al de la crisis económica de mediados de los 80 cuando se apostó por el refinamiento de la fachada ventilada y la proliferación del muro cortina en edificación residencial, que sin duda supusieron un salto técnico cualitativo.
Hoy en día, las directrices de eficiencia energética replantean la sofisticación de las soluciones constructivas y se desea conseguir el máximo con la premisa “menos es más”.
La Passivhaus, el edificio de consumo cero y el retorno a las técnicas ancestrales de construcción con tecnología actual es el camino, ya que la conciencia ecológica supone el darse cuenta de que los recursos del planeta son limitados y la disponibilidad de materia prima no es infinita, y más cuando se trata de elaborar elementos constructivos muy sofisticados.
Clasificación de las fachadas desde el punto de vista tipológico
Como tipos de fachadas desde un punto de vista de una clasificación transversal, tenemos diferentes tipologías que, si bien no pueden incluirse dentro de las categorías principales, si han significado un hito en la construcción.
La fachada verde, que confía a la vegetación la estanqueidad y la reducción del salto térmico entre exterior e interior, tiene su principal ejemplo en la Fundación La Caixa de Madrid, pero fue descubierta hace miles de años en Mesopotamia en los Jardines Colgantes. Otro ejemplo visionario es el Edificio de La Banca Catalana de Barcelona, situado en La Diagonal.
La fachada inteligente es la que puede cambiar su configuración según las horas del día y la incidencia de los rayos del sol o cualquier otro elemento atmosférico.
En el pasado maestros de la arquitectura como Le Corbusier o Frank Lloyd Wright ya experimentaban con la geometría de la fachada para hacerla estanca: brise-soleils, segundas pieles exteriores, rugosidad del dibujo hormigonado para generar minisombras e incluso elementos artísticos conformaban un todo que no era casual ni caprichoso, a pesar de que el aspecto del edificio fuese muy estético.
Hoy la responsabilidad suelen recaer sobre mecanismos domóticos sofisticados (Instituto del Mundo Árabe en París) o el mítico Muro Trombe, que está diseñado teniendo en cuenta las leyes de la termodinámica.
La fachada pesada es la toma de conciencia del grosor como aislante y supone un revivalismo técnico de técnicas ancestrales, ideal para construcciones de gasto energético cero. En todos estos ejemplos son los elementos de la fachada los que la califican.
La marginación histórica de la fachada interior
Por último, insisto en un aspecto proyectual que ya he mencionado en otros artículos, y que tiene como protagonista a las fachadas interiores. Prácticamente hasta la actualidad la fachada interior – que se entiende que es la que da a un patio o a un espacio privado -, ha sido considerada como el “patito feo” del edificio, sin merecer la atención que tiene su hermana que da la cara al público.
Esto quiere decir que carece del grosor necesario para albergar elementos aislantes, porque equivocadamente se considera que no está sujeta a las inclemencias del tiempo. Pero sí que sufre los cambios térmicos y, aparte de eso, suele recibir en pocas ocasiones o nunca la radiación solar, por tanto, es muy propensa a humedades y condensaciones. Este problema tiene fácil solución. La fachada exterior siempre es exterior y debe tratarse por igual según al espacio que dé.
Puesto que gran parte de los edificios construidos en España tienen una antigüedad mayor a 50 años, la solución para tener una fachada en buen estado y eficiente energéticamente, es realizar un proyecto de rehabilitación de fachada. Esto puede conllevar una inversión muy alta pero que iremos recuperando gracias al ahorro energético.