Sorry, no. Éste no será un sesudo análisis matemático de cómo rellenar ciertas casillas del programa CE3X. Tampoco de cómo recurrir al Código Técnico de la Edificación (en el que está basada la programación del CE3X, por cierto) para hallar la transmitancia térmicas parcial ni total de un elemento. Para mí se tratan de labores de oficina mecánicas que solamente requieren de cierta disciplina y automatismos para llevarlas a cabo.
Lo importante de verdad es darse cuenta de que la soltura que tenemos con el programa no tiene ningún objetivo si desde el principio no nos metemos en la piel del edificio. ¿Qué quiere decir esto? Que hay que conocerlo, palparlo, radiografiarlo y estudiarlo. Y para ello la inspección visual intencionada es absolutamente clave.
Mentalicémonos de una vez que no nos encontraremos en la mayoría de los casos con planos de los cuales se pueda extraer el tuétano constructivo del edificio, y que cuando se dispone de planos, la mitad de las veces son esquemas de tasación que solamente pueden servirnos para comprobar si la superficie útil del inmueble coincide con la nuestra.
Así pues, son nuestros cinco sentidos procesados por el cerebro los que harán introducir los datos correctos en el programa CE3X para definir la envolvente térmica del edificio. En primer lugar, olvidémonos por completo de los valores por defecto. Como su nombre enseña, valores por defecto dan lugar a una certificación defectuosa. Siempre debemos enriquecer nuestra biblioteca de cerramientos con la experiencia acumulada a lo largo de las visitas. Da igual que desconozcamos la composición de una capa, o de incluso dos. Utilicemos valores medios, pero jamás por defecto. Siempre conocidos, y si el porcentaje de materiales desconocidos supera el 50% del cerramiento, entonces los valores estimados (en ocasiones dan valores mejores que el cálculo exacto), pero…¡Nunca por defecto!
Por tanto, será nuestra experiencia acumulada la que guiará nuestros dedos para la correcta utilización del programa. Sabremos que viviendas de cascos antiguos tendrán los muros con un poti-poti de materiales, que la introducción del aislamiento térmico solamente será algo normal en los años 80, que la cámara de aire es introducida en los años 70 y con escaso grosor, que la fachada ventilada experimenta un boom en la Barcelona Olímpica de 1992, y un vicio que jamás he entendido y que se arrastra hasta hace pocos años, la consideración de los muros a patios o interiores de manzana como el “muro pobre de la vivienda”, sin aislarlo igual que “la fachada noble a la calle”, como si uno saliese a la calle envuelto en un abrigo multicapa pero se hubiese dejado los pantalones en casa.
También sabremos interpretar los planos de otro arquitecto y sin necesidad de recurrir a la memoria de materiales (que puede estar extraviada), deducir calculando grosores arquetípicos la composición de las fachadas (hoja ladrillo 11-14 cm, cámara aire 4 cm, aislamiento 3-5 cm, trasdós 7-11 cm, enfoscados 2,5 cm… – con las dos grandes familias de grosores totales de 15 y 30 cm); preguntaremos al propietario de la vivienda por las obras que se hayan hecho porque de ahí pueden extraerse datos claves para conocerla mejor, jugaremos al Barrio Sésamo con nuestros clientes para averiguar si un aislamiento que vieron colocar es lana de roca o espuma de poliuretano.
Y, por último, tenemos que tener presente que la visita del inmueble no es el estudio de la caja habitable. Demos un paseo por el edificio, toquemos la fachada, golpeemos algún paramento, miremos lo que hay construido alrededor, recurramos a nuestro banco de memoria del barrio y recordemos visitas anteriores al distrito.
Y, sobre todo, seamos creativos sin jugarnos la vida. Lleguemos a donde podamos llegar para medir los elementos. Si hemos de averiguar el grosor de una fachada exterior no accesible (medianeras al aire libre), hay un truco que funciona: medir la distancia de la ventana al paramento interior (dentro de la habitación), y hacer lo propio, pero por el exterior, rigidizando la cinta métrica.
Lo mismo para averiguar si un ático tiene encima una cubierta sanitaria o no. Subid a la azotea y constatad cuál es el nivel del suelo, y de vuelta al piso, calculad. Y así con las mil situaciones que se os puedan presentar. No juguéis a Spiderman. Casi todo se puede medir en condiciones normales, utilizando la cabeza.
El trabajo con el programa CE3X solamente debería ser la culminación de todo el estudio anterior, y no al revés.
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