España dista mucho de ser un país con una profunda conciencia medioambiental.
Sí, incluso siendo firmantes del protocolo de Kyoto, que es un gran paso, estamos muy lejos de que nuestra industria, nuestros sectores de la construcción y servicios, la automoción y nuestra forma de vida en general, no agreda con cierta grado de impunidad al ecosistema que nos rodea.
Nuestra arquitectura, a pesar de los últimos esfuerzos realizados a través de la nueva normativa impuesta por el Código Técnico de la Edificación, sigue estando muy lejos de aproximarse mínimamente a la sosténibilidad. No somos sólo nosotros, la gran mayoría de los países industrializados, denominados a sí mismos como primer mundo, prefieren mirar hacia otro lado antes que ralentizar sus procesos de industrialización y desarrollo. Sí desarrollo pero ¿a cambio de qué?
En la década que está comenzando, España ha de dar un salto de calidad y cantidad en el estudio e implantación de las energías renovables, no solo en el sector de la construcción desarrollando la denominada arquitectura bioclimática o sostenible, sino en todos los sectores que forman parte de nuestro continuo desarrollo. Si no tenemos una conciencia medioambiental lo suficientemente desarrollada, mirémoslo desde este otro punto de vista más mundano. España por su enclave privilegiado, puede llegar a ser en materia de creación de determinadas energías renovables (solar, eólica, fotovoltaíca) la Arabia Saudí de las energías fósiles.
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Tenemos un grandísimo potencial de generar energía a través de los medios que la naturaleza pone a nuestro alcance. Debemos aprovechar este privilegio, para de una manera sostenible y respetuosa con el medio ambiente, desarrollar las infraestructuras necesarias tanto para generar las energías renovables como para poder transportar hacia el norte de Europa el excedente que no consumamos. Debemos tratar de ser lo más autosuficientes energéticamente hablando, si no lo queremos ver desde el punto de vista del planeta, hagámoslo desde el punto vista económico que parece ser que es el que siempre más nos duele.
Por último, si aun así no logramos convencernos, intentemos buscar otro nuevo enfoque al desarrollo de las energías renovables desde el punto de vista del confort. Que las energías fósiles, culpables de erosionar de una manera continuada el planeta, pero también culpables del alto nivel de vida y confort que disfrutamos en el primer mundo tienen sus horas contadas, lo sabe casi todo el mundo. Que ese agotamiento está más cerca de lo que realmente pensamos, no es tan de dominio público.
Pues bien, si queremos continuar con nuestro alto nivel de vida, hay que buscar energías alternativas que den continuidad y mantengan en funcionamiento toda esta maquinaria que la industrialización nos trajo durante el siglo pasado. Aprovechemos ahora que aún hay tiempo, para desarrollar y ampliar las infraestructuras existentes en materia de energías renovables, con el fin tanto de mantener en nuestro futuro este ritmo de vida que llevamos, como para dejar de infringir al planeta un continuo daño que nos lleve a un punto de no retorno.
La sosténibilidad es posible, no sólo en la edificación de nuestras viviendas, nuestros hoteles, edificios de oficinas etc, sino también en los procesos productivos de nuestras industrias, en la sustitución progresiva de energías fósiles por energías limpias en sector transportes, y en definitiva en la utilización de recursos menos agresivos que nos permitan equilibrar nuestro ritmo de vida con la sosténibilidad del planeta y la estabilidad climática.Estamos haciendo esfuerzos, sí es cierto. Cada vez los profesionales e instituciones se comprometen más en este sentido. Pero no es suficiente si queremos evitar llegar al borde del precipicio.