Para un ingeniero o un arquitecto peninsular, podría resultar inconcebible que un árido empleado en construcción flote. Si a esta ligereza añadimos una resistencia mecánica aceptable y unas excelentes cualidades como aislante térmico y acústico y de resistencia al fuego, seguro que terminamos de despertar el interés e incluso la envidia de más de uno.
A finales de 2011 fuimos testigos de las erupciones volcánicas submarinas en la isla de El Hierro. Todos vimos como rocas vomitadas por las entrañas de la tierra flotaban al llegar a la superficie del mar. Fueron llamadas “restingolitas” en honor a la localidad cercana de La Restinga y los geólogos aún discuten si se trata de un nuevo tipo de roca.
Nueva o no, desde luego no se trata de la única roca volcánica presente en las Islas Canarias que como todo el mundo sabe, se formaron a partir de erupciones que hicieron surgir desde el fondo del mar el archipiélago del Teide.
Los antiguos pobladores de las islas ya aprovechaban sus características para construir refugios dentro de la piedra. Hoy en día se siguen extrayendo de las canteras para la fabricación de bloques de hormigón con lapilli (también conocido como picón) o triturado para conseguir morteros u hormigones de áridos ligeros con excelentes condiciones de aislamiento térmico y acústico.
Debido a su relativa fragilidad (baja resistencia a tracción y compresión), cuando se utilizan bloques de pumita o picón naturales, sin mezclar con cemento, deben emplearse espesores mayores, para aportar resistencia mecánica a la estructura. Sin embargo, su baja conductividad térmica (por su estructura alveolar) y su calor específico (similar al de la lana), hace que la transmisión térmica de la envolvente de las construcciones en estos materiales ofrezca un grado de aislamiento muy alto en comparación con otros materiales, lo que casi siempre se traduce en la obtención de mejores calificaciones energéticas al disminuir la demanda de calefacción y refrigeración del edificio.
Otras de las ventajas de utilizar piedra volcánica (además del ahorro energético que supone) son su bajo peso volumétrico y su ligereza, que hacen fácil su transporte, traslado y colocación, abaratando los costes de la obra (hay que tener en cuenta también que tienen un precio bastante competitivo por su abundancia). Además, su amplia variedad cromática y la facilidad con la que se elabora y se moldea permiten adaptar este material a cualquier tipo de construcción, pudiendo ser empleado tanto en la fabricación de muros de carga como en decoraciones de fachada, interiores y exteriores.
En resumen, el empleo de los bloques de piedra volcánica en la construcción permite por sus favorables características térmicas y mecánicas, mejorar la eficiencia energética del edificio, además de la rentabilidad general de la obra y su aspecto exterior.