1) La cubierta
La mayor parte de la responsabilidad del aislamiento térmico de un techo recae sobre el diseño de la cubierta. Por tanto, si ésta ha sido construida de manera deficiente desde el punto de vista de la eficiencia energética, por mucho que intentemos arreglar desde el interior del inmueble afectado las carencias del elemento constructivo que nos separa del exterior, no estaremos sino poniendo parches al problema. Hay que tener en cuenta que la cubierta de un edificio recibe más del 50% de la radiación solar total del mismo.
Evidentemente, la problemática de aislar una casa construida es muy diferente si se trata de una vivienda unifamiliar o un edificio plurifamiliar o público. En el primer caso tenemos mucho más margen para realizar modificaciones proyectuales que minimicen el impacto de los rayos solares, porque solamente somos nosotros los propietarios del inmueble. En un edificio plurifamiliar, debemos contar con el beneplácito de la comunidad de vecinos y no digamos ya en un edificio público. Pero el camino principal es modificar la configuración o el diseño de la capa superior del edificio sin traumatismos.
2) Techos aparentemente adiabáticos
Otra casuística es la de una vivienda cuyo techo da a otra vivienda que no se usa porque está vacía o porque su propietario la utiliza los fines de semana o en temporadas determinadas: la segunda vivienda. En este caso, aunque se supone que el forjado que divide ambos inmuebles es adiabático – no hay pérdida de calor por ninguna de las dos partes -, la diferencia de uso hace que la energía empleada para mantener habitable el piso en uso escape hacia el espacio no acondicionado por estar no usado. Lo mismo ocurre en inmuebles de uso distinto: viviendas cuyo techo da a una oficina o un despacho, que pueden no coincidir en periodos de climatización.
Por tanto, recaerá en el diseño del falso techo o del trasdosado del forjado la responsabilidad del aislamiento térmico. Para aislar el techo de un piso, en el mercado existen infinidad de opciones más allá del típico falso techo que sólo sirve para ocultar parte de las “tripas” del edificio. Si disponemos de un techo de chapa barato pero que estéticamente nos conviene, siempre se pueden realizar las modificaciones desde el interior del mismo como si se tratase de un panel sándwich con solamente una rebanada de pan.
3) Aislar un techo sin obra
Supongamos que por razones económicas o las dictadas por las ordenanzas de la edificación del municipio donde se halla nuestra vivienda, no podemos realizar ninguna obra de gran calado para modificar la configuración arquitectónica de nuestra cubierta. La alternativa es más primitiva y puede que no resuelva del todo temas como puentes térmicos, pero se trata de introducir el aislamiento térmico en la cara interior del techo o insuflarlo a través de alguna apertura, si existe cámara de aire intermedia o el tejado es de tabiquillos conejeros.
Metafóricamente hablando, la primera opción es forrar parte de la habitación como si se tratase de una camiseta interior. La segunda es ponerle a la casa un gorro. En todo caso, son soluciones que palian en parte la diferencia térmica, pero no la arreglan del todo. Si el piso no dispone de falso techo, es un buen momento para instalar uno sofisticado siempre que se cumpla la normativa sobre altura mínima.
4) Puentes térmicos del techo
El techo no acaba en el borde definitorio del mismo, sino que afecta directamente al encuentro con la fachada y con los elementos de la misma, como bien se contempla en todos los programas de certificación energética. Por tanto, el tratamiento de puentes térmicos como cajas de persianas, dinteles, claraboyas, chimeneas y demás elementos “calientes” es clave para reducir el intercambio de radiación.
Lo mismo sucede si el techo de la vivienda da a un local o a otra vivienda de uso horario diferente: ojo con bajantes compartidos, shunts, extractores de cocina, y, sobre todo, elementos constructivos compartidos. Quizás el aislamiento térmico a añadir debe prolongarse a los susodichos elementos y, como se comentó en el otro punto, no limitarse a “vestir” el falso techo o el forjado.
En resumidas cuentas: lo ideal es realizar el aislamiento térmico de un techo desde el punto de vista proyectual. Si nos encontramos el problema a posteriori, la modificación debería hacerse de manera no traumática, mediante la adición de elementos. Si esto no es posible, pensar en la sustitución del falso techo por otro más sofisticado. Si esto tampoco es factible, realizar las intervenciones traumáticas no solamente en el techo, sino en los puentes térmicos de elementos constructivos compartidos.