El estudio de las grietas, que conforman la patología más común que afectan al grueso de los edificios, junto a las humedades, conforma una ciencia en sí misma que puede perfectamente ocupar una vida entera de estudio y de reciclaje, así como de análisis de campo.
En un post técnico es imposible resumir todas las variantes, condicionantes y tipologías de patologías que resultan en la grieta o fisura, pero sí se puede lanzar una regla general que ayudará al profano a entender cuándo se tiene que alarmar o simplemente cuándo se tiene que tranquilizar.
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Calificación de las grietas según la importancia
En primer lugar, como baremo indicador, utilizaré el sistema de las Inspecciones Técnicas de Edificios implantado en 2016 en Cataluña y llamado el 2.0. Las patologías se dividen en leves, importantes, graves o muy graves. Esto nos servirá como referencia para ahondar más en la calificación de las grietas según su afectación de la seguridad del inmueble.
Situación de la grieta por encima de su tamaño o forma
En segundo lugar, más que el tamaño de la grieta, es su situación lo primero que hay que mirar para evaluar correctamente si supone un serio peligro para la edificación. Si la grieta afecta un elemento estructural, siempre será considerada como una patología como mínimo importante. La evaluación posterior podrá aumentar la gravedad o incluso declarar el edificio “no apto para vivir”.
Pero en principio, una grieta en un elemento estructural como mínimo (por ejemplo, grieta vertical en pilar o en muro de carga), es una patología importante. Si la patología no afecta a un sistema estructural, pueden ocurrir dos cosas: o bien es el resultado de un incorrecto comportamiento del sistema estructural sobre los elementos que no lo son (por ejemplo, las grietas verticales en tabiques producto de una excesiva compresión), o simplemente se produce por la actuación sobre el elemento no estructural de agentes independientes al edificio.
La forma de las grietas es un auténtico espectro de problemáticas: a 45 grados, cuarteamiento, grietas verticales por compresión, grietas horizontales por comportamiento no solidario de materiales distintos, grietas por esfuerzo cortante. Los tipos de grietas en edificios son incontables y no puede aislarse en plan de listado de especies y subespecies: van relacionados con la situación de las mismas.
Por ejemplo, una grieta en el techo que se produzca alrededor de un pilar y adopte su forma, es peligrosa ya que podría ser un sobreesfuerzo de compresión que podría colapsar los alrededores del forjado.
El factor tiempo
En tercer lugar, no es lo mismo una fisura que una grieta. Una fisura puede ser más grave que una grieta dependiendo de su situación, pero lo más importante que hay que recordar es que el factor tiempo también es un buen diagnosticador.
Una fisura que no aumenta de tamaño en años no debería revestir preocupación, ahora bien, si la fisura se convierte en grieta en poco tiempo, la patología está viva y es indicadora de algo sospechoso a evaluar. No digamos si aparecen de manera instantánea.
En el caso de tener un daño que reparar puede realizarse una rehabilitación del edificio y pedir una subvención para la rehabilitación de casas antiguas.
No confundir la grieta con una junta de dilatación
Esto parece chistoso, pero entre profanos, más de una vez me he encontrado en la tesitura de calmar a algún usuario de un inmueble preocupado por “ese tajo que parte el edificio en dos” en el que nunca se había fijado. La junta de dilatación es simplemente la creación de una grieta artificial para evitar que la dilatación diferencial y diferenciada de los materiales acabe deteriorando una fachada de manera irregular.
Lo mejor en caso de descubrir una grieta en nuestro inmueble es consultar con un perito para que realice un informe pericial de los daños que presenta la vivienda.
