Comprar o tener una vivienda cara o de alto standing no es sinónimo de mayor eficiencia energética. Hoy en día, una vivienda con un alto precio no nos garantiza también un alto ahorro energético y, por tanto, un sello energético superior al de inmuebles más baratos. “De hecho, las casas más lujosas suelen conllevar altos costes en energía. Que un inmueble sea eficiente, poco tiene que ver con estar situado en el mejor barrio, tener ascensor, madera africana en el suelo y mármol de los baños”, explica a El Confidencial Diego Lasaosa, socio de Certicalia, compañía certificadora a nivel nacional.
Son tres los factores que más influyen para que una vivienda tenga unconsumo energético reducido. Factores que no siempre tienen que ver con que la sea más o menos lujosa o más o menos nueva. Estos tres factores son la disposición o emplazamiento del inmueble, las características térmicas de su envolvente –muros, ventanas, cubiertas y suelos– y el combustible y rendimiento de sus instalaciones de calefacción, refrigeración y agua caliente –aire acondicionado y calefacción–.
La combinación perfecta de todos ellos es lo que puede llevarnos a que nuestra vivienda tenga el mejor sello energético:
1.- En cuanto a la disposición del inmueble, la orientación sur es la más favorable. “Se aprovecha el sol en invierno reduciendo el gasto en calefacción y aumentando el confort en los meses más fríos. En cambio la orientación norte precisa de mayor gasto energético en invierno. Las orientaciones este y oeste son las peores en los meses estivales por el recalentamiento que suponen”, explica Diego Lasaosa.
Sobre este factor poco se puede hacer una vez adquirido el inmueble puesto que no se puede cambiar su orientación, pero sí conviene tenerlo en cuenta a la hora de comprar una vivienda o construirla.
2.- Las prestaciones térmicas de la envolvente son difíciles de valorar a simple vistas por alguien sin conocimiento técnico. La mejor calificación la obtienen los inmuebles mejor aislados. “Para que lo entendamos, las viviendas con un buen ‘abrigo’ que conserve el calor en su interior: cámaras de aires, materiales aislantes, protecciones solares, ausencia de puentes térmicos y ventanas de calidad son algunos de los elementos que condicionarán en positivo la calificación energética”, apunta Lasaosa, quien añade que se puede llegar a construir de manera que una envolvente sea tan buena que no sea necesario el uso de calefacción ni refrigeración para mantener su interior confortable.
Ventanas antiguas con vidrios simples, mucha superficie de fachada y paredes a exterior o espacios no habitados y materiales con poca inercia térmica harán que la calificación de la vivienda baje, puesto que será necesario tirar de calefacción o aire acondicionado para conseguir la temperatura deseada.
3.- El tipo de instalaciones de climatización “es decisivo en la nota que obtendrá una vivienda”, apuntan desde Certicalia. Una vivienda clase A sería aquella cuyas instalaciones se nutren de energías renovables que no producen emisiones de CO2 a la atmósfera. En instalaciones convencionales con combustibles fósiles, como el gas, lo que cuenta es el rendimiento del aparato que suele ir ligado a la tecnología y al año de fabricación. Cuanto mejor es el rendimiento de una instalación, menos derrocha y por lo tanto mejor calificación obtiene.
“En eficiencia también cuenta el tamaño. Una caldera para todo un edificio, o incluso para todo un barrio, es más eficiente que una caldera individual. Los termos eléctricos para calentar agua son muy penalizados, ya que la electricidad es una energía muy poco eficiente para ese uso”, apunta Diego Lasaosa.
Vivienda eficiente vs. vivienda poco eficiente
En función de la mayor o menor confluencia de estos tres factores obtendremos una mejor o peor calificación de nuestra vivienda.
Así, por ejemplo, podríamos decir que una vivienda tendrá una buena calificación si:
– Por su orientación aprovecha la captación solar en invierno con gran superficie de ventanas en la fachada sur, pero protegidas por marquesinas o toldos en verano.
– Los materiales en sus muros y ventanas mantienen en su interior el calor o el fresco dependiendo de la estación, de manera que apenas necesite aporte de calefacción y refrigeración.
– Sus instalaciones utilizan en la medida de lo posible energías renovables, energía solar térmica o biomasa, por ejemplo.
Por el contrario, un inmueble con mala calificación sería aquel en el que:
– Su orientación le desfavorece sin poder captar sol en invierno.
– Sus muros y fachadas no tienen los materiales adecuados para mantener la temperatura adecuada en su interior por lo que necesita utilizar mucha calefacción o refrigeración para estar confortable
– Sus instalaciones tienen bajo rendimiento y utilizan combustibles fósiles o poco eficientes. Calderas de gas antiguas o calentadores eléctricos, por ejemplo.
“Factores como la orientación, la calidad de los cerramientos, la superficie de ventanas y el combustible utilizado en la calefacción deberían tenerse en cuenta en el precio de un inmueble”, apuntan desde Certicalia, donde señalan cómo el consumo energético y la conciencia medioambiental se valoran cada día más por compradores e inquilinos. “Creemos que estamos en camino de que la calificación energética se refleje en el precio de la vivienda”.
“Todavía es pronto, pero cada vez más el ahorro energético y el respeto al medio ambiente son factores importantes a tener en cuenta a la hora de valorar un inmueble, y es por esto que acabará repercutiendo en el precio de venta y alquiler de nuestro parqué inmobiliario”, concluyen.