Con la salida del RD 235/2013 el 1 de junio de 2013, se abrieron las compuertas de nuevas salidas profesionales de arquitectura e ingeniería para muchos trabajadores del sector que habían visto cómo su vida laborar había sido truncada por la crisis inmobiliaria que había empezado a gestarse en la segunda mitad de la década de los 2000.
El primer año fue de confusión generalizada, no solamente por parte de los clientes, que desconocían la existencia del RD, sino por parte de muchos profesionales inmobiliarios, que por falta de información o “pasotismo” arrinconaron la obligatoriedad del trámite y lo redujeron a un mero papel.
En los tres años posteriores la tendencia a tomarse en serio el trabajo del certificador energético ha ido en aumento, y cada vez reina más la responsabilidad por parte de todos los implicados en operaciones inmobiliarias de tratar el documento como lo que es, una radiografía energética de la construcción con el fin de ahorrar recursos y dinero. Eso sí, queda mucho trabajo por hacer y los clientes siguen considerando en su mayoría el certificado energético como un impuesto revolucionario.
El trabajo como certificador energético, como se puede fácilmente deducir, no consiste en esperar a que nos colapsen el teléfono con encargos, y realizarlos. Llevar a cabo los encargos es la punta del iceberg.
El verdadero trabajo es conseguir hacerse con una buena base de clientes que confíen en nosotros, y para ello, hemos de recurrir al posicionamiento web, a las visitas comerciales, al boca a boca, a la publicidad, a la venta cruzada…se trata de una labor incesante de siembra que al principio parece estéril, pero que a medio plazo da sus frutos.
El primer encargo siempre llega y hemos de aprovecharlo al máximo, porque si lo hacemos bien, el cliente quedará contento y siempre podrá recomendarnos. Muchos piensan que no existe la fidelización al cliente en este tipo de trabajos y eso es rotundamente falso. En muchas ocasiones un certificado energético puede desembocar más tarde en una ITE, en un encargo de proyecto de casa, etc.
Consultando estadísticas del ICAEN (Institut Català de l’Energia de Cataluña), más de medio millón de certificaciones energéticas se han realizado desde el mencionado 1 de julio de 2013. Teniendo en cuenta que de los millares de colegiados un reducido porcentaje se dedicarán a este tipo de encargos, fácilmente se puede observar que si se distribuye el “pastel” de manera uniforme, un par de centenar de trabajos por persona son plausibles.
Y no olvidemos que un encargo en un gran porcentaje de ocasiones desemboca en varios más, por el boca a boca o por el propio cliente satisfecho, que sin duda es nuestro mejor comercial, como bien menciona Sergio Fernández en su libro “Vivir sin jefe”.
Por último, si un novel me preguntase cómo hacerse certificador energético, le contestaría que uno no se convierte en experto mediante un curso de certificador energético. La base de conocimientos se debe haber adquirido durante la carrera y durante la vida profesional.
Asímismo, la certificación energética es la punta del iceberg de un conjunto de nuevas profesiones relacionadas con la eficiencia energética, como la gestión energética de los edificios, las auditorías energéticas, la construcción con el modelo Passivhaus e incluso la inclusión de la eficiencia energética como valor añadido a la arquitectura, como bien dice el arquitecto catalán David Baena, uno de los que más apuesta por esta opción.